(La autora se ha tomado algunas licencias en cuestión de fechas, y es totalmente consciente de ello, pero lo necesitaba para que la historia totalmente fantástica -pero basada en la realidad- cuadrase)
Los gritos lastimeros de Zelgadiss se escuchaban a millas de distancia a lo largo y ancho de "Londinus". La sucia ciudad estaba construida de manera desigual y poco cuidada a la rivera del Támesis, un río tan asqueroso y vomitivo como la propia ciudad que había eclosionado junto a sus orillas.
Zelgadiss, atado a la pared con grilletes que le inmovilizaban sufría horriblemente a cada segundo la mayor de las torturas, deseando en todo momento ser liberado, o incluso morir, para no seguir sufriendo esa continua agonía. El chico, aunque joven y bien parecido estaba sucio y cansado hasta límites inimaginables. Poco podía quedar de su enorme atractivo, a menos que se le mirara muy fijamente. Atravesando la suciedad que cubría su cara así como las marcas de las torturas que habría sufrido durante meses, podían aún vislumbrarse sus brillantes ojos entre verdes y pardos y las facciones dulces y perfectas de su rostro (no tengo abuela, oiga! ^^U).
-Zelgadiss: Que alguien me mate... Por favor. Apiádense de mí. -Imploró en un último aliento desesperado, creyendo que nunca saldría de esa mazmorra infestada de ratas y sádicos carceleros.
-Voz:
¿Ma que cossa dicce, mio amico? -preguntó una voz a su lado, con un claro acento de tierras italianas.-
Sempre hay algo por lo que vivire...-Zelgadiss: No para mí, ya no me quedan razones -dijo conteniendo las lágrimas de desesperación.
De pronto los grilletes que mantenían a Zelgadiss preso al muro de piedra, se fundieron como mágicamente y este cayó al suelo de rodillas y jadeando levemente de dolor, ya que las anillas de hierro al fundirse le habían quemado superficialmente la piel de las muñecas.
Una voz tan fuerte como un huracán se oyó traspasando las gruesas paredes, era nítida y firme, y parecía venir de fuera...
-Zelgadiss: ¡¡No puede ser él, me dijeron que había sucumbido y estaba muerto!! -Exclamó incrédulo.
-Italiano:
¿Pero que ocurre, amico, que es queste rumore malefico?-Zelgadiss: Debo irme, compañero, ha sido un placer conocerte, quizá en otras circunstancias hubiéramos sido buenos amigos...
-Italiano:
¡¡Ma io quiero ser liberato!! -Esclamó enfadado.
Zelgadiss: Lo siento -dijo, y corrió hacia la puerta, que había sido fundida también y se derretía como un magma incandescente en el suelo en la celda. Saltó el charco ardiente de hierro fundido con las pocas fuerzas que aún le quedaban y siguió su camino hacia la libertad sin mirar atrás.
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Zelgadiss corrió por los pasillos en dirección a la salida. Los guardas yacían en el suelo inconscientes por algún tipo de encantamiento. El joven llegó a la puerta y se detuvo. Empujó el pesado portón haciendo crujir los goznes metálicos. El aire nocturno totalmente infecto de la ciudad le llenó los pulmones por completo, contuvo el vómito y siguió caminando. La plaza estaba justo bajo sus pies, y a su frente se erigía la catedral de San Paul, una enorme mole de piedra blanca coronada por una pretenciosa cúpula levantada en honor a Dios; ese mismo "ser" que permitía que hubiera tanto sufrimiento innecesario tan cerca de ella, en la cruel prisión que estaba a escasos pasos del templo cristiano.
En lo alto de las escaleras de la catedral una figura encapuchada vestida de rojo contemplaba la escena con sus ojos dorados de mago. Zelgadiss reparó en la persona que le observaba y se dirigió hacia las escaleras con una cara a medio camino entre la incredulidad y la alegría.
-Zelgadiss: ¡Puto hechicero invencible, me juraron que habías muerto! ¡Maldito seas!
-Miral: Sí... Yo también me alegro de verte sano y salvo, Zelgadiss -y dicho esto se quitó la capucha de la túnica dejando al descubierto su largo cabello de color plateado.
-Zelgadiss: De cualquier modo, gracias por salvarme.
-Miral: No podía dejar que "mi guerrero favorito" muriera de manera tan poco digna, pudriéndose en una celda asquerosa. ¿Qué gloria habría en ello?
-Zelgadiss: Ninguna, prefiero mil veces desangrarme y ver como mi vida se me escapa de las manos en medio de una batalla. -Zelgadiss subió las escaleras de la catedral y los dos compañeros de fatigas finalmente se abrazaron (cástamente, x supuesto).
Ambos se separaron incómodos y mirando para otro lado, sin dejar ver al otro que realmente estaban contentos de haberse reencontrado después de haber vivido cada uno su propio infierno.
-Miral (rompiendo la tensión del momento): ¡Por todos los señores del averno, guerrero. Apestas como un orco putrefacto!
-Zelgadiss: Siento no ser agradable para tu olfato, hechicero. Últimamente he estado demasiado tiempo siendo torturado hasta desear la muerte y no he tenido mucho tiempo de tomar un baño... -contestó sarcástico.
-Miral: ¡Por Eru bendito! Cierto es que me alegro de volver a verte, pero permanece a unos metros de distancia.
-Zelgadiss: ¿No conoces algún hechizo para limpiar a la gente?
-Miral: Nunca me ha dado por aprender algo tan banal, pero en estos momentos no sería una mala idea...
-Zelgadiss: En fin, dejando aparte que yo esté un tanto churretoso dime, ¿qué ha sido de ti durante estos meses?
-Miral (poniéndose serio): Fui seducido por "la sirena", y permanecí bajo su influjo durante largo tiempo.
-Zelgadiss: Entonces, las noticias que me llegaron, eran ciertas... ¡Tú también sucumbiste a los cantos malvados de la sirena! Justo igual que yo.
-Miral: Sí, lo reconozco... No es que me sienta orgulloso de ello, fui un estúpido y tardé en poder salir de ese antro de perversión humana que te vuelve cada vez más y más loco cuanto más tiempo estás dentro.
-Zelgadiss: ¿Tú también fuiste torturado y tratado como un esclavo?
-Miral: No del todo, les hice creer que me gustaba todo aquello y que sería fiel a sus malvados propósitos. Los muy tarados creyeron en mis palabras.
-Zelgadiss: Tienes suerte, yo me opuse y fui tratado con crueldad, pero ¿qué podía hacer? ¡¡No deseaba servir a sus designios endemoniados!! Ni bajo el hierro incendiario con el que me marcaron los brazos fui capaz de jurarles fidelidad (con esto me refiero a las veces que me quemé allí con la plancha de los paninis. ^^).
-Miral: Ese ha sido tu mayor problema siempre, guerrero, no sabes fingir... ¡Y además eres muy cabezota!
-Zelgadiss: Sí, en eso estamos de acuerdo -se sentó en uno de los escalones de la catedral.
-Miral: Hablando de tus cabezonerías, ¿aún sigues con la idea de partir al Este, a la llamada: "tierra de los samurais"?
-Zelgadiss: ¿Acaso lo dudas? Pensé que iba a morir en esa maldita celda, pero en estos momentos que soy libre de nuevo continuaré con mi idea de buscar mi destino en las tierras orientales. ¡Ahora más que nunca! -Exclamó con determinación.
-Miral: Siempre fuiste un soñador estúpido con la cabeza llena de pájaros, ¡me gusta! Tu personalidad te traerá problemas guerrero, pero seguro que sabes solucionarlos.
-Zelgadiss: Hechicero, ¿ahora también ejerces de vidente? ¿A que vienen esos consejos gratuitos? -Pregunta mosqueado.
-Miral: Perdón, perdón... a lo que iba, si te he liberado es en parte porque necesito tu ayuda.
-Zelgadiss: Te debo la vida, Miral. Pagaré con gusto el precio necesario para saldarla antes de irme al Este. "Un Lannister siempre paga sus deudas". Dime, ¿Qué he de hacer para ayudarte?
-Miral: Veo que estás deseoso de entrar en batalla de nuevo -sonrió complacido.
-Zelgadiss: En mi corazón siempre ha ardido la llama de la lucha, y lo sabes.
-Miral: Cuento con ello, por eso he acudido a ti el primero para que me ayude en mi nueva gesta. Bueno, por eso, y porque no hay manera de que encuentre a Zeknas, hace tiempo que está desaparecido... ¡¡maldito sea ese mago y su magnético carisma!!
-Zelgadiss: Eso me supone un problema, él pretendía viajar conmigo a la tierra de los Samurais...
-Miral: Seguro que aparece cuando él lo considere, ya sabes cómo es: Nunca le encuentras cuando le necesitas, pero aparece en el momento menos indicado.
-Zelgadiss: Ciertamente...-Zelgadiss se rasca el pelo piojoso y grasiento de la cabeza. -Pero habla, por favor, ¿qué nuevas aventuras me tienes preparadas?
-Miral: Para abrir boca he de decir que tengo cierta pelea empezada con "el troll del puente", cada vez que paso por allí me molesta horriblemente. Podría haberlo matado yo con magia, pero pensé que sería divertido para ti, sobretodo para que vayas calentando tus agarrotados músculos, has pasado largo tiempo a la sombra y alejado de los duelos. Te vendrá bien un poco de acción.
-Zelgadiss (sonriendo): Eso suena muy divertido, en cual de los malditos puentes de esta ciudad se encuentra el troll del que hablas.
-Miral: Dirección Este, yo te guiaré, pero necesitarás una espada- Se echó hacia atrás la capa y le dio una espada que tenía atada en el cinturón de la túnica.
-Zelgadiss: ¡¡Mi vieja espada!! ¿Cómo la has encontrado? -Se levantó del escalón en el que se había sentado para empuñar a su "fiel amiga" de acero.
-Miral: Pse... un truquillo de mago, nada del otro mundo -dijo quitándose importancia.
Zelgadiss miró el filo de su vieja espada largamente, el odio que se había acumulado en su corazón durante meses palpitaba ahora dentro de él como un fuego crepitante.
-Zelgadiss: ¿Y después del troll? Sabes que ambos tenemos una última cosa que hacer juntos.
-Miral: Sí... por supuesto eso era lo que deseaba pedirte.
-Miral y Zelgadiss: ¡¡Acabaremos con la sirena!! -Gritaron al unísono.
Miral rió con su atronadora voz y sus crueles carcajadas envolvieron el aire nocturno. Un perro aulló en la lejanía. Los dos amigos caminaron dirección Este por las sucias callejas que rodeaban a la Catedral.
-Miral: He oído que Shakespeare ha estrenado una nueva comedia en el Globe, tal vez podríamos ir... Si te bañas antes, claro...
-Zelgadiss: Claro, y de paso podemos pedirle un autógrafo al gran maestro del teatro.
-Miral: Sí, eso estaría bien...
ENHORABUENA POR DEJAR EL CURRO, BEL. HOY -PARA BIEN O PARA MAL- ES EL PRIMER DÍA DEL RESTO DE TU VIDA.
^_^
P.S. Feliz cumpleaños a Nino y a Shusuke (ya que estoy)